La población de Carmona se halla a los 37º 27´ latitud norte y a los 1º 52´ longitud oeste, situada a 30 kilómetros al este de Sevilla, dirección Córdoba.
Su término municipal ocupa el centro de la provincia de Sevilla, presidiendo una rica y extensa comarca cerealista y olivarera, situada en el margen izquierdo del río Guadalquivir que, junto con su afluente el río Corbones, riega este territorio, el segundo más extenso de la provincia con 92.500 hectáreas.
En los terrenos que conforman este término pueden apreciarse tres zonas bien diferenciadas:
– Los Alcores: constituyen la zona de mayor altitud del término (250 metros) y sobre esta cresta, única elevación en toda la zona, se asienta la ciudad desde hace 5.000 años.
– Las Terrazas: situadas en una zona con un relieve suave que se extiende hasta la orilla del río Guadalquivir.
– La Vega del Corbones: una llanura muy fértil situada a los pies de los Alcores.
Población: 28.531 habitantes.
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Carmona fue en la antigüedad una de las principales poblaciones de Andalucía. Su importancia histórica se explica por las características del sitio en que se asienta. La ciudad controla desde su posición estratégica las principales vías de comunicaciones del valle del río Guadalquivir y los tres paisajes que constituyen sus fuentes de recursos: los Alcores, la Vega y las Terrazas.
Su término municipal estuvo poblado por grupos humanos hace más de medio millón de años. Durante el Calcolítico y la Edad del Bronce, la ciudad actual estuvo habitada por personas que vivían en cabañas circulares, fabricaban sus útiles en piedra y hueso, trabajaban y almacenaban las provisiones en cerámica realizada a mano sin tornear.
Pero no es hasta el siglo IX a.C. cuando Carmona comienza a organizarse como un auténtico núcleo urbano fortificado.
Entonces pasó a ser uno de los asentamientos de época tartésica orientalizante más importantes. Prueba de ello son sus construcciones o los espléndidos vasos de Saltillo con decoración oriental. Las fuentes literarias hablan de la Turdetania como una región próspera, culta y pacífica.
Carmona debió convertirse en un importante enclave cartaginés, como demuestra el complejo del bastión y fosos defensivos de la Puerta de Sevilla. Tal debió ser la obra de ingeniería que su resultado impresionó al propio Julio César.
Tras la conquista romana, Carmo se convirtió en uno de los municipios más importantes de la Bética, así lo demuestran sus murallas, las puertas de Sevilla y Córdoba, las termas o la necrópolis, llegando a acuñar su propia moneda de curso legal: “el Carmo”.
En época musulmana, Qarmuna llegó a ser Reino de Taifas. Se remodelaron sus murallas, se construyeron alcázares, mezquitas y se abrieron nuevas calles.
Tras la conquista cristiana, nuevas reformas y remodelaciones de la ciudad se iniciarán con Don Pedro I. Se transforman los dos alcázares, el de la Puerta de Sevilla sufrió obras de reformas y, sobre una fortificación anterior de época almohade del siglo XIV, construida sobre los restos de otra fortificación del siglo X, se construyó el alcázar de Arriba o del Rey Pedro I.
Entrada ya la Edad Moderna Felipe IV le concedió el título de Ciudad en 1630.
Carmona ha conservado su cultura gastronómica con un peculiar estilo de cocinar platos variados y de gran calidad.
El cultivo de verduras y hortalizas proporciona las materias primas que son la base de esta cocina tradicional y popular.
La relación de sus platos es casi interminable: alboronías, espinacas, aliños, escarolas con pimiento molido, sopa de tomate, tallos esparragados, «papa» en amarillo con bacalao, gazpacho, migas, gachas, espárragos trigueros con huevo cuajado, cocido con tagarninas, el potaje de chícharos, las manitas de cerdo y una crujiente «tostá» con manteca colorá y tropezones de lomo.
En los postres se percibe la influencia árabe y la repostería recoge una larga tradición conventual. Destacan la torta inglesa, los bollos de aceite, el arroz con leche, las torrijas bañadas de vino dulce y miel, los polvorones caseros, las tortas de almendra y el sabroso guiso de castañas con canela.