Iglesia de San Juan Bautista
El primitivo emplazamiento de la iglesia parroquial de Mieres se localizaba en La Guareña, en las proximidades del Barrio de Santa Marina, hasta que una riada el 30 de mayo de 1640 se llevó parte del pueblo, el puente y la iglesia. Se desconoce la fecha de construcción del templo de La Pasera, posiblemente pocos años más tarde de haber desaparecido el otro.
El 24 de junio de 1927, se ofició la última misa en la antigua iglesia parroquial. Aquella iglesia aún conservaba en su puerta principal la portada románica procedente del templo anterior. Esta pieza sería vendida para conseguir fondos y, en la actualidad, puede contemplarse adosada en una mansión de La Pedrera (Palacio de los Condes Rodríguez Sampedro) en Gijón.
La construcción de la actual Iglesia Parroquial de San Juan Bautista se inició allá por 1928, concluyendo en 1931, tal y como puede verse grabado en uno de sus laterales. Es obra de Enrique Rodríguez Bustelo, arquitecto diocesano. El nuevo templo fue realizado debido a que la anterior iglesia parroquial se había quedado pequeña para la creciente población mierense de principios del siglo XX.
La iglesia tiene un estilo neobarroco, es un templo de grandes dimensiones con planta basilical de tres naves que se distinguen exteriormente en altura y torres a los pies muy decoradas flanqueando el pórtico, emplazada exenta sobre terreno con cierto desnivel, mayor altitud del suelo en la zona de la cabecera, que coincide con el lugar que ocupó la antigua iglesia parroquial de origen románico.
Se caracteriza por la profusión decorativa de influencia barroca de inspiración colonial, en la fachada, el pórtico, con gran arco de medio punto, se remata en frontón sobre pilastras superpuestas y se abren ventanas con molduras en orejas, las naves laterales con los tramos bien enmarcados entre contrafuertes rematados en pináculos decorativos tienen vanos de medio punto con molduras mixtilíneas. Se adosa en la zona de la cabecera la sacristía de una sola altura.
De su interior destaca la intervención en el retablo y todo el presbiterio de los Talleres de Arte de Madrid, empresa del sacerdote lenense Félix Granda Buylla.
Durante los primeros meses de la guerra civil la iglesia permaneció cerrada al culto, siendo utilizada como polvorín, pasando a celebrarse la misa en la Casa del Pueblo, donde se alojaba una compañía de soldados vascos que traían sus propios sacerdotes.