Montemolín

Fortaleza Almohade: Castillo de Montemolín

Arqueología

La localización de este gran monumento al que ahora nos referimos: <el Castillo de Montemolín>, pues así es conocido por la mayoría de los vecinos, responde a la importancia estratégica y militar con la que conto esta solariega villa hace unos cuantos siglos.

Esta magna construcción se emplaza en una colina -33 metros de altura- de la falda norte de Sierra Morena, al este del río del río Viar y al sur de la provincia de Badajoz. Montemolín llegó a configurarse como un paso obligado para los caminantes y pastores trashumantes que desde Castilla se dirigieron hacia el sur. Esta misma fortaleza unió a las vecinas Extremadura y Andalucía, facilitando en un primer momento la toma del territorio a los almohades islámicos y la Reconquista; dentro de una segunda fase, al colectivo comarcal cristiano.

El párrafo anterior nos descubre una obra realizada por islámicos almohades venidos del norte de África, pasando siglos después a manos santiaguistas. La etapa islámica nos legó un recinto rodeado por una barrera o doble muralla. Este sólido muro perimetral contó con unos remates almenados de sección cuadrada, propios de este grupo; igual que las entradas en quiebro o recodo, los túneles subterráneos como estratégicos puntos de salida y entrada por los que obtener agua y alimentos o huir cuando se viesen cercados por los cristianos, las dobles líneas de murallas, etc. Estas características proceden del tiempo en que los islámicos permanecieron en tierras del Próximo Oriente, nutriéndose de los avances en ingeniería y arquitectura de civilizaciones tan avanzadas como la bizantina o la persa sasánida. A esta formación fue necesaria agregarle las mejoras que adquirieron al llegar a la península, heredadas del pasado hispanorromano y visigodo.

La planta de la fortaleza es rectangular y alargada, adaptada a la irregularidad topográfica del emplazamiento militar, aprovechando los afloramientos rocosos para formar parte de la ciclópea y consistente cimentación.

En su construcción se pueden distinguir varias técnicas y materiales:

  • Tapial de argamasa o mezcla heterogénea de barro, cal prieta, trozos de cerámica y cascotes de piedra, dispuestos en superficies encajonadas con armazones de madera que se iban retirando a medida que la composición fraguaba. Se corresponde con la fase islámica (hasta 1246-1248).
  • Ladrillo y sillares pétreos regulares, como útil sistema de refuerzo en las esquinas. Estos -a partir del año 1248-, reedificando las dependencias anteriores y adaptándolas a las nuevas necesidades del colectivo y del momento histórico.

La obra fue erigida hacia el siglo XII, paralelamente a los restos de la mezquita que pudieron ser incorporados a la ermita de la Granada. Permaneció bajo dominio islámico hasta el año 1246, cuando una vez reconquistada fue donada al Maestre Pelay Pérez Correa.

El primer encargado de la fortaleza fue Diego García. A partir de ese momento -año1250- el castillo, ya adaptado a la nueva religión cristiana con su iglesia de Santo Domingo -reducido templo con altar advocado a este santo- y su airosa torre del homenaje, fue cabalgando en el tiempo hasta que en el siglo XVI aparece la figura de Francisco Díaz como Alcaide del mismo.

Hacia 1573 el monarca Felipe II decidió que las <Cinco Villas Hermanas>; entre ellas Montemolín, pasasen de la Orden a la Corona Real, para tres años después venderla al Concejo de Sevilla y más tarde a unos comerciantes genoveses. De este modo fue pasando de mano en mano hasta 1819, momento en el que Fernando VII la dona a su hermano Carlos María Isidro de Borbón.

Resultaría conveniente e interesante analizar las distintas intervenciones que sobre su estructura y fábrica se fueron practicando con el paso de los siglos. No poseemos fuentes documentales del periodo islámico, por y para ello nos vemos obligados a recurrir a la información que nos aportan los Libros de visita de la Orden de Santiago. Estas <<inspecciones>> fueron realizadas posteriormente sobre las propiedades muebles e inmuebles encomendadas a esta institución por los llamados Visitadores de la Orden, , desde finales del siglo XV hasta bien entrado el XVII.

  • Año 1495; Las dependencias interiores se conservaban en buen estado, pero no era el caso de los muros de cerramiento y los lienzos de murallas. Para ello fue necesario efectuar un intenso proceso de consolidación de buena parte de la fábrica, con un coste superior a los 100.000 maravedíes.
  • Año 1508; 300.000 maravedíes, distribuidos en obras de distinto talante y envergadura, entre las que sobresalen:
    • Cambiar la puerta de acceso a la iglesia de Santo Domingo.
    • Edificar un salón corrido con una chimenea francesa y abrir varios ventanales.
    • Recorrer el tejado de la torre del homenaje, así como el resto de las cubiertas que cerraban partes de la cerca.
    • Encalar el corral interior y acondicionar el <aljibe de los arcos>.

Los maestros o alarifes responsables de las anteriores intervenciones fueron: Juan Millán, Lorenzo Navarro –ambos de la cercana Llerena- y el carpintero segedano Miguel Sánchez de Pastrana. Igualmente conocemos como estas mismas obras fueron rematadas para la festividad de San Miguel del año 1510.

  • Año 1515; Se llevaron a cabo las siguientes intervenciones: derribar una cocina vieja, solar con ladrillo todo el interior -incluido el aljibe central-, popularmente conocido como el <Pozo de los colores>, etc.- Superando la cifra de los 116.000 maravedíes.
  • Año 1550; La visita de este momento deja traslucir un penoso pero irremediable estado de ruina del conjunto.
  • Año 1608; Las fuentes documentales no aportan mucho al respecto, pero un viajero de comienzos del siglo XVII, comentó que la vida arquitectónica de la fortaleza era casi imposible.
  • 1846-1912; Pascual Madoz y, posteriormente, Mélida aun pudieron contemplar la ventana ojival gótica que iluminaba la recientemente destruida por el temporal, torre del homenaje.

La fortificación contó dos plantas superpuestas comunicadas por sólidas escaleras. En la primera se dispondrían como estructuras más significativas: iglesia de Santo Domingo –en un lateral-, despensa, bodega, doble caballeriza –en el flanco opuesto a la mencionada iglesia, cámaras y recámaras, <Aljibe de los arcos> -en el epicentro del patio- etc. La segunda planta daría cobijo a: corredores, cámaras de distintos usos, capilla de Santo Domingo –en el primer nivel estaría emplazada la capilla consagrada al mismo titular- cocinas, pasadizos, parajes, pesebreras, horno, mazmorras excavadas en el subsuelo y un grueso listado de dependencias con distintas utilidades que facilitaban el uso doméstico, civil y militar de este emplazamiento islámico y luego cristiano.

Son muchos los habitantes de Montemolín, así como otros interesados en el tema, que anotan que parte de la ermita de la Granada son restos de una antigua mezquita islámica. No es de extrañar la certeza de esta popular hipótesis, pues es difícil comprender a una comunidad islámica sin su mezquita o lugar sagrado desde donde el almuédano convocara a los fieles a la oración. Algunos albañiles actuales llegaron a comentar que al realizar obras de mantenimiento de la ermita, en el subsuelo pudieron contemplar otra estructura a la que se superpuso la solería del templo cristiano.

Puede darse el caso que en este espacio cegado se conserven los restos de esta primitiva y enigmática mezquita, pues resultó frecuente que los islámicos y cristianos edificasen sus obras sobre restos de construcciones anteriores, buscando economía de medios técnicos, reducción de costes de material y un incremento en la moralidad de los nuevos ocupantes del territorio. –Este mismo caso se da en la fortaleza, también almohade, de Reina, erigida sobre restos hispanovisigodos de los siglos VI y VII-.

Como todo lugar respetado y admirado por un <pueblo>, éste que nos toca cuenta con una leyenda incorporada que narra como el caballo blanco de Santiago saltó con gran fuerza en plena lucha contra el invasor arageno, dejando embutidas las marcas de sus herraduras en una reducida superficie del amurallamiento. Las muescas que allí se conservan forman un par de escudos acuartelados, delimitados con pequeñísimas teselas de terracota que reproducen una tosca labor musivaria.

Es interesante como en la base de uno de los cubos se pueden observar algunos grabados que representas espadas medievales cristianas, círculos, triángulos, etc. Y que no son más que el resultado de la ingenua labor de alguno de los muchos alarifes que por el lugar pasaron, legándonos este repertorio iconográfico como mera anécdota de interés turístico.

El siglo XX y los inicios del XXI han sido testigos directos, al igual que los montemolinenses, del paulatino deterioro de esta magna obra. Para indagar en el aspecto que esta fortaleza tuvo hace décadas, sería necesario recurrir a la memoria colectiva de nuestros mayores, que desde sus remotas infancias han sido conocedores de la importancia de este nuestro mayor y más encomiable monumento. Gracias al interés de algunos vecinos y del propio Ayuntamiento, la Consejería de Cultura y Patrimonio; a través de un ambicioso proyecto denominado <Alba Plata>, desarrolló –como en otras muchas localidades extremeñas- una pujante labor de consolidación, investigación arqueológica y recuperación de nuestra mayor obra, aportando datos de interés del aspecto que poseyó siglos atrás. Las principales actividades que se llevaron a cabo: refuerzo y recuperación de los cubos o torres defensivas, consolidación de la muralla, excavaciones arqueológicas, acondicionamiento del aljibe central o <Pozo de los colores>, restauración de la monumental entrada, mejora de los accesos o pasillo de circunvalación, señalización, etc.