Montemolín

Monolito dedicado a Martin Álvarez

Escultura

En el parque de su mismo nombre destaca este monolito de mármol en el que se representa el busto del valeroso montemolinés que luchó, en el contexto de las guerras del periodo moderno de finales del XVIII contra la marina inglesa.

Con el deseo de inmortalizar la memoria de este ilustre personaje, en 1938 fue inaugurado un paseo con su estatua al lado de la ermita de Nuestra Sra. de la Granada – Paseo de Martín Álvarez-, acudiendo a tal acto el Almirante Bastarreche y una compañía de viejos cañones, donados por la Comandancia de Marina de San Fernando. La iniciación de este monumento se debe a D. Manuel Núñez Aguilar y su construcción a Evaristo Trujillo, conservándose su maqueta en el despacho del Jefe del Departamento de Marina de San Fernando.

MARTÍN ÁLVAREZ

Al Sur de Extremadura se levanta una barrera montañosa que hace de frontera natural con Andalucía y en la ladera norte se encuentra la villa de Montemolín, patria del granadero de la marina Martín Álvarez Galán. Entrar en su heroica vida es colarse en un trozo de la historia de la Armada y de España, además de la Royal Navy y de Inglaterra.

Los datos que tenemos sobre sus primeros años son exactos y fidedignos, gracias a Don Ramón Viu, cuando en 1848 S.M. dispuso que se eternizase en la memoria de todos, el nombre de este valiente granadero.

El Principio

En el año 1766 nació Martín Álvarez Galán, hijo de Pedro Álvarez y Benita Galán. Pedro Álvarez era carretero por herencia y sus viajes los encaminaba hacia Olivenza y Badajoz, por lo que era habitual que al ser hijo único, Martín y su madre se encontraran frecuentemente solos y charlaran bastante. Así le contaba a su hijo las hazañas de su abuelo que llegó a ser sargento en las tropas de Felipe V y perdió un brazo por un tiro de arcabuz, de un inglés, después de haber capitulado todos en la toma de Badajoz, ocupada por ingleses, portugueses y austriacos; debido a estas historias fue cogiendo Martín Álvarez su odio irreconciliable hacia los ingleses.

A la edad de 14 años empezó a viajar con el padre y en su primer viaje tuvo un encuentro con los bandoleros de la banda de Bruno. Iba el padre dormido en la carga y salió uno de los bandoleros apodado «el Zurdo» apuntando con una pistola a la voz de «…la bolsa o la vida», a lo que Martín dando un salto hacia atrás y cogiendo dos piedras de un tamaño regular en sus manos contestó «dispara, pero como yerres el tiro eres hombre muerto», despertó el padre y apareció el resto de la banda resultando ser conocidos de Pedro, el jefe de la banda reprendió al zurdo y lo disculpó diciendo que era nuevo, luego objetó al carretero la conveniencia de que su hijo fuera soldado, al ver con el coraje que se había comportado, a lo que el padre contestó: «… lo único que hace falta Sr. Bruno, que a los cuentos que su madre le ha metido en la cabeza, le venga usted diciendo eso».

Después de haber muerto su padre siguió el hijo haciendo de carretero y en un viaje que volvía de Badajoz se encontró con la noticia que su madre había muerto. La única salida que encontró fue la de querer casarse con su pretendida María Gil, hija de Antonio Gil y Nicolás Benklar, descendiente de un alemán del cual había heredado el «Mesón Nuevo de Montemolín», su sorpresa fue encontrarse que seis días antes la habían casado con Jaime, hijo del molinero porque la madre lo vio mejor partido. Así Martín Álvarez decidió vender sus pocas pertenencias y marcharse a Sevilla para alistarse en el ejército.

El Soldado

En Sevilla en la «Taberna de la Paloma», dos alistadores voluntarios hablaban cada uno de las ventajas de sus respectivos regimientos, uno de ellos era de los «Dragones de Alcántara», de Caballería, el otro era de marina, pero al darse cuenta este último de las preferencias de Martín Álvarez por entrar a formar parte de la caballería, supo engañarlo llamando a su batallón «Los Dragones del Viento» y a sus barcos, caballos con nombres de santos, quedó encandilado el héroe local, pensando que estos caballos gracias al viento no sólo correrían, sino que llegarían a volar. Gracias a este engaño se escribió una de las páginas más gloriosas de la Armada Española. Así pasó a ser soldado de la Tercera Compañía del Noveno Batallón, un veintiséis de abril de 1790.

El 16 de septiembre de 1792 embarcó en el navío «Gallardo», que parte hacia el Mediterráneo y después de estar un tiempo en Cartagena salen hacia Barcelona, centro de operaciones para el bloqueo de las costas de Francia, requerido para el asalto de Marsella y Tolón. Cuando llegaron ya habían sido tomadas, poniendo entonces proa hacia las islas de San Antioco y San Pedro, las cuales se las arrebataron a los franceses, siendo este su bautizo de fuego y empezando a dar muestras de su gran coraje y valor. A principios de 1794 figura en la dotación del navío «San Carlos», que salía hacia América, vuelve en 1795 escoltando un convoy.

El 26 de enero de 1796 parte en el «Santa Ana» hacia Cartagena y allí pasa a la guarnición del «Príncipe Asturias» y de nuevo en Cartagena el 1 de febrero de 1797 al «San Nicolás de Bari», un navío de ochenta cañones al mando de D. Tomás Geraldino que iba a Málaga y después desde Cádiz recibir un gran convoy que venía de América.

La Batalla del Cabo San Vicente

Los datos de esta batalla es mejor verlos desde la perspectiva inglesa para dar más realce a este acontecimiento histórico.

En enero de 1797, el Almirante Jervis se encontraba con su escuadra en Lisboa, tuvo noticias de tres escuadras francesas al norte y una española al sur, habiendo recibido órdenes del Almirantazgo de liberar el Mediterráneo y ante la posibilidad de que lo atraparan como en una ratonera optó por enfrentarse a la española, al contar ésta con menos buques que la francesa. El 14 de febrero cubierta por la niebla la escuadra inglesa, el vigía del «Victory» divisa iluminada por el sol la flota española que navegaba sin orden de batalla y dividía en dos grupos; entablada las hostilidades se ve al «San Nicolás de Bari» abordado por el «Captain» al mando del entonces Comodoro Nelson, se apoderan del navío y en la cubierta del mismo, Nelson va cogiendo los sables de los españoles muertos y entregándoselos a sus oficiales, pero aún quedaba algo por conquistar, sobre toldilla donde se arbola el pabellón español está Martín Álvarez de centinela, el primero que osa llegar hasta él es el Sargento Mayor Willians Norris al cual le propina tal sablazo que lo atraviesa de pecho a espalda clavándolo en la madera del mamparo de un camarote con tal fuerza que no fue capaz de desenganchar el sable, cogió entonces el fusil a modo de maza y mató a un oficial e hirió a dos soldados, después de casi una hora de lucha y por la gran cantidad de sangre perdida por una brecha en la cabeza cae desmayado dándolo los ingleses por muerto; todos los caídos tienen el mismo trato, los lanzan al mar con una bala de cañón atada a los pies, al llegar a Martín Álvarez, Nelson ordena que lo envuelvan en la bandera que con tanto ardor había defendido. Entonces se da cuenta que no había muerto y lo evacuan a un hospital en Lagos, el Algarbe al sur de Portugal. Restablecido viaja por última vez a Montemolín y luego a Sevilla y Cádiz, donde se presentó a su batallón.

Recompensa a sus méritos

Por los méritos recogidos en la batalla, se le quiso como premio ascender a cabo, impidiendo su analfabetismo, aprendió a leer y escribir en pocos meses y fue nombrado cabo el 17 de febrero de 1798 y en agosto de ese mismo año, cabo primero, al poco embarca en el navío «Concepción» y parte hacia Brest (Francia). El 12 de noviembre se izó una bandera encarnada como señal infalible de algo extraordinario, e inmediatamente fue comunicada la orden para que toda la guarnición y tripulación del navío formase sobre cubierta, se adelantó al comandante del «Concepción» y mandó salir de la formación al Cabo Primero de granaderos Martín Álvarez, se leyó un Decreto Real por el cual se le concedía cuatro escudos mensuales como pensión vitalicia.

Cuando más apacible y recompensada llevaba su vida, al salir de una guardia fue a resbalar en una escalera, cayendo de bruces, dándose tal golpe en el pecho que se dañó un pulmón, derivando de tal herida, una terrible enfermedad; tuberculosis. Alojado en un hospital especializado en las afueras de Brest, finiquitó sus días un 23 de febrero de 1801, a los 35 años de edad.

Por una Real Orden de 1848, se dispuso que hubiera permanentemente un buque en la Armada que se denominara «Martín Álvarez», siendo el primero la goleta «Dolorcitas», pasando a ser el siguiente un guardacostas de primera clase, después un cañonero y luego otro construido en los EE.UU. Actualmente es el buque de desembarco L-12, también de procedencia americana.

El 4 de julio sale otra Real Orden para que su nombre figure constantemente como premio en la nómina de La revista de la Primera Compañía, Primer Batallón, Primer Regimiento, nombrándole el Coronel en la Revista del Comisario. Su sable se encuentra en el Museo Naval de Londres y en Gibraltar hay un cañón con una placa en la que se leen tres hurras: «hip Captain, hip San Nicolás de Bari, hip Martín Álvarez».

En 1938 fue inaugurado un paseo con su estatua al lado de la ermita de Nuestra Señora de la Granada, acudiendo a tal acto el Almirante Bastarreche y una compañía de Guardias Marina de San Fernando, Las placas del monolito están hechas con bronce fundido de viejos cañones, donados por la comandancia de Marina de San Fernando. La iniciación de este monumento se debe a D. Manuel Núñez Aguilar y su construcción a Evaristo Trujillo, conservándose su maqueta en el despacho del Jefe del Departamento de Marina de San Fernando.

El 23 de febrero del año 2001, se cumplió el segundo centenario de su desaparición. El pueblo de Montemolín no debería quedar rezagado en recordar la memoria de este granadero quien supo llevar al más alto grado el significado de estas tres palabras: «DISCIPLINA, HONRADEZ Y VALOR».

Recientemente ha tenido su gran Homenaje; el 25 de Julio de 2012 con la presencia de la Infantería de Marina de San Fernando (Cádiz) y la cúpula del Gobierno de Extremadura.