Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Concepción
En el lugar en el que actualmente se erige esta parroquia, existió un hospital u hospedería que servía de descanso a los cansados peregrinos que venían del sur hacia la tumba de Santiago Apóstol. Allí refrescaban y curaban sus pies con el agua de una abundante noria, hoy cegada. Igualmente sirvió de refugio para pobres e indigentes.
En el año 1525, el monarca Carlos V otorgó un privilegio a la villa y Concejo de Montemolín para que pudiesen trasladar la parroquia a la plaza mayor; edificando para ello la nueva iglesia, advocada a la Inmaculada Concepción y abandonando la primitiva Parroquia de Santiago, la cual pasó a ser ermita. Gracias a la Visita del monarca en 1550 sabemos que fue edificada según las trazas del maestro Juan García. En 1553 las obras estaban muy avanzadas. Se nos describe que gracias a una provisión real de Carlos V, el Gobernador de Montemolín obtuvo carretas, piedra y madera para acabar este templo. Los fondos económicos con los que el Concejo contaba para esta obra fueron flaqueando hacia 1595, por y para ello debió ser arrendada la hierba y bellota de las dehesas de Gallicanta y Garrapito; para hacer una portada, torre y campanario.
La planta es rectangular, alargada y de nave única, con bellas bóvedas de crucería gótica. Unas son estrelladas, otras de terceletes y otras sexpartitas; a medida que avanzamos desde los pies hasta el altar mayor, el diseño se va haciendo más complejo y rico – multiplicación de nervaturas y claves-. Existe una bella capilla en el flanco derecho o zona de la Epístola, dedicada al Sagrario. Sus paredes están decoradas con atractivas pinturas al óleo de traza contemporánea; aluden a Santiago triunfante, otras están relacionadas con la Eucaristía; recurriendo a la representación del Cordero, de la vid y del pan. Este espacio corresponde a 1614, momento en el que Alonso Pizarro Navarro; Vicario de Caravaca –Murcia- mandó realizar esta capilla adosada, en agradecimiento a Santa Lucía, con un coste de 3.000 ducados. Fue rematada la obra con la colocación, en uno de sus paramentos exteriores, del escudo del ilustre mecenas.
Las dimensiones del templo son considerables, con 40 metros de fondo por 12 de ancho –por el interior -, 60 metros por 32 –en el exterior- y 18 metros de altura. La cabecera aparece sobre elevada por medio de múltiples gradas que nos conducen hasta el Altar mayor. Muy destacado es el arco toral y los gruesos pilares cilíndricos y adosados que sirven de sostén a las diversas bóvedas. Sobrepasada la entrada neoclasicista aparece un atrio flanqueado lateralmente por dos capillas de sección cuadrada, dedicadas a San Pedro Apóstol y a Nuestra Señora de Fátima. Como en el resto de construcciones parroquiales, ésta cuenta con una dilatada sacristía adosada en el margen derecho de la cabecera, sirviendo de acceso a otra estructura muy posterior que hace las veces de corralillo; empobreciendo la notable riqueza plástica de todo el conjunto.
Ya hemos anotado que la parroquia, estilísticamente, marca la transición del Gótico Final al Renacimiento. Son numerosos los motivos góticos que la definen: espacios interiores poco iluminados y muy diáfanos, a través de la concepción de nave única o planta-salón; vidrieras; gran elevación; bellísimas bóvedas de crucería; contrafuertes pronunciados; arbotantes y gárgolas –hablamos de representaciones zooantropomorfas en las que se quieren ver los siete pecados capitales, así como otros temas relacionados con seres mitológicos y fantásticos, extraídos de los bestiarios medievales. Entre ellas sobresalen por su calidad: la Pereza, representada con el busto de un perro con senos; la Lujuria, como un ser de cabello rizado y con el miembro viril en su mano derecha; la Gula, como un ser femenino orondo de boca grande y llena, etc.-. Del Renacimiento tomará varios elementos, plasmados en las portadas: veneras y cruces santiaguistas, arquitrabes, arcos de medio punto, entablamentos, frontones triangulares, etc.
Igualmente debemos destacar el carácter neoclasicista de la portada de los pies -siglo XVIII-, compuesta por un entablamento y frontón triangular, que descansa sobre sendas pilastras jónicas; labradas en noble mármol blanco. La portada lateral del lado izquierdo o del Evangelio resulta plenamente renacentista, realizada con perfectas piezas de cantería; compuesta hacia 1573 –año en el que se finaliza la obra- y moldurada a través de un entablamento con inscripción y cruz santiaguista que arranca desde un airoso arco de medio punto.
Cuenta con 42 altares, entre los que destacan más de 20 retablos –la mayoría del siglo XVIII-. Este abigarramiento decorativo se debe a que buena parte del mobiliario fue traído desde otras ermitas locales.