Semana Santa
La Semana Santa en Benavente, como en muchos otros lugares de Castilla y León, se caracteriza por la sobriedad. Su imaginería viene a ser un compendio de las diferentes etapas históricas y gustos estéticos por los que ha discurrido a lo largo de su historia. Así, se pueden observar retazos de sabor medieval (ecce homo) y ruralizante (Cristo de los Afligidos), junto a otros cargados de efectismo barroco (Paso de la Desnudez o Rodopelo, conocido popularmente como “El judío del clavo”).
También se pueden encontrar en su imaginería procesional señales de la Semana Santa decimonónica fin de siglo, con imágenes ataviadas ricamente, con doseles al estilo andaluz, en una estética muy al gusto de la burguesía finisecular, impulsora y patrocinadora de las manifestaciones religiosas de aquel tiempo (Nuestra Señora de las Angustias, La Soledad, etc.).
Con todo, el patrimonio escultórico más importante de la Semana Santa benaventana es el aportado durante los años veinte del pasado siglo, en que se produce una auténtica renovación del fenómeno procesional y numerosos pasos e imágenes viene a enriquecer el repertorio iconográfico.
En este sentido, varias obras del afamado escultor valenciano Pío Mollar, como son El Yacente, La Oración del Huerto, etc., suponen una aportación decisiva a la imaginería semanasantera. Estas obras se caracterizan por el colorido y la luminosidad levantina.
Por último, en los años cincuenta, dos aportaciones puntuales pero muy significativas vienen a engrosar el patrimonio de la Semana Santa local, son el grupo de la Crucifixión, llamado también la Cuarta Palabra, y el Flagelado o Cristo atado a una columna, obra esta última del escultor benaventano José Alonso Coomonte.