Cuando, una vez pasada la Semana Santa, viene el tiempo pascual, con sus alegrías y fiestas y desde tiempo inmemorial, se viene celebrando en Zafra la fiesta infantil del «Aleluya». Era costumbre que el Sábado Santo los padres le comprasen a sus hijos un pequeño borrego. Lo adornaban con lazos y se lo llevaban a pastorearlo a las praderas vecinas de la ciudad. Los niños se hacían cargo de este oficio de pastor, vistiéndose incluso con ropas adecuadas a este menester y llenando los verdes campos de las cercanías con este hermoso espectáculo. La vida del pequeño cordero acababa pronto porque era sacrificado al final de la primera semana de Pascua, para confeccionar con su carne la rica caldereta que se comía en el Domingo de Quasimodo.