Mérida

Puente Romano sobre el río Guadiana

Arqueología

El puente sobre el río Guadiana, el viejo Anas, es una impresionante obra de ingeniería. Con casi 800 metros de longitud es uno de los puentes más largos construidos por los romanos.

Tras su construcción, en época Augusta, ha sufrido restauraciones, casi siempre debido a su destrucción parcial por la fuerza de las aguas. De las realizadas, sólo se documenta la que se hizo durante el reinado del visigodo Eurico, en el 483, si bien parece lógico pensar que en época romana el puente también sufriera alguna modificación. Su aspecto actual data del siglo XIX, cuando tuvo lugar su última restauración.

Se considera como el hacedor de la ciudad (genitor urbis), ya que, además de ser anterior a ésta en su construcción, la colonia se extendió a lo largo de la margen derecha del río Guadiana, a los pies del puente. Inicialmente se construyó en dos tramos, que se unían mediante un espolón, posteriormente convertido en puerto fluvial y levantado, aguas arriba, para frenar el ímpetu de estas. La longitud de ambos tramos era diferente, siendo menor el más próximo a la ciudad.

Su importancia no sólo deriva del hecho de facilitar el paso del río y ser acceso al puerto, sino que, además, era el lugar de salida de la vía que unía Emerita con Corduba, Hispalis e Italica, con lo que su importancia comercial está fuera de toda duda. Su alineación respecto a la calle principal (Decumanus Maximus) y la puerta de acceso a la ciudad, no era perfecta, lo que lleva a pensar que fue construido en las proximidades de otro ya existente, probablemente de madera que sí guardaría la alineación. Con la finalización de las obras del puente de piedra, el de madera cayó en desuso y desapareció. Las excavaciones realizadas en la zona refuerzan esta teoría al haber sacado a la luz una vía anterior a la construcción del puente y la posterior modificación de la misma para enlazar con él. Un caso similar puede apreciarse en Córdoba.

Su altura máxima respecto al nivel medio de las aguas del río es de 12 metros y, a lo largo de su recorrido se contabilizan 60 arcos, entre los que existen otros menores que sirven de aliviaderos. Asimismo, los pilares originales conservan tajamares en la parte enfrentada a la corriente, que facilitan la circulación de las aguas por los huecos de los arcos. En la orilla contraria a la ciudad, a la entrada del puente, se construyó un arco, que posiblemente marcaría el lugar donde se cobraba algún tipo de peaje por transitar por el mismo.

El uso comercial del río parece que influyó en la ubicación de la ciudad en la margen derecha de este. Esto a su vez, planteó el inconveniente de que los barrios más próximos al río se encontraron a merced de las crecidas. Tanto para la defensa contra las aguas, como para su uso comercial como puerto fluvial, se construyeron dos diques, uno ado-sado a la muralla y otro en el espolón del río, al que se accedía desde el Puente romano.

Para la construcción del dique central se levantaron dos muros reforzados con pilastras. El dique adosado a la muralla, de hormigón y sillares graníticos, era de gran amplitud y se usaba, además de como protección para la ciudad y puerto, como lugar de intercambios comerciales. Se extendía más de 250 metros a lo largo del río, transcurriendo bajo el primer arco del Puente romano, cerca del que desagua la cloaca del Decumanus Maximus.

Antes de abandonar la zona es necesario referirse a la escultura de la Loba Capitolina, situada en la Plaza de Roma, justo a la entrada del Puente Romano. Es un regalo de la capital de Italia a Mérida y copia del original que simboliza la creación de Roma y de su Imperio.